El estilo musical

El estilo es el parámetro ubicuo por excelencia, es el agujero negro de la música, ya que absorbe todos los elemento y los aúna en un equilibrio que da como resultado la obra misma. Quizá por esta multidimensionalidad, complejidad e interdependencia con otros parámetros ha sido muy poco estudiado. ¿Hay una emoción o emociones evocadas por los diferentes estilos?, ¿hay emociones ausentes en el Clasicismo pero presentes en el Romanticismo?, ¿se puede hablar en estos términos abstractos o debemos buscar la respuesta desde sus otros parámetros formantes? Varios estudios muestran un esfuerzo por conocer la diferencia entre varios estilos, al menos desde una perspectiva interpretativa. Tal es así, que Bisesi y cols. (2013) investigan en torno a las diferencias paramétricas de las interpretaciones de cada uno de los estilos, tales como la agógica, dinámica o carácter de obras de Bach, Haydn y Mendelssohn. Encontramos otros trabajos relacionados con la discriminación de estilos, tanto en la música (Crump y Vokey, 2002) como en otras artes (Vokey y Tangen, 2001).

Con respecto al aspecto emocional, Kwong (2016), a través de la música Rap con respecto a la música de Yoga, demuestra que la música más “agresiva” (estando el Rap dentro de esta tipología por el contenido de las letras) hace a los sujetos más agresivos, ya que los cuestionarios midieron 4 dimensiones, la agresión física, agresión verbal, enfado y hostilidad, los sujetos debían marcar del 0 al 5, el nivel de correspondencia de lo que ellos escuchaban y lo que ellos sentían. Por supuesto, como muchos otros experimentos, el entrenamiento o explicación del cuestionario es importante.

Por último, Tizón y Gómez (2015) llevan a cabo una investigación con el propósito de dilucidar qué emociones despiertan en el oyente 6 diferentes estilos o técnicas compositivas, estas son: barroco, clasicismo, romanticismo, pandiatonismo, dodecafonismo y modalidad frigia. El problema entre las muestras siempre da lugar a un problema metodológico: la falta de homogeneidad; por eso, los autores proponen una composición de cada una de las piezas para asegurar esa homogeneidad. Por medio de una metodología compleja y rigurosa, componen piezas en diferentes estilos, con diferente modalidad (mayor menor, en las que usen la modalidad como elemento armónico) y diferentes tempi. Ya sabemos que ambos parámetros modelizan las emociones musicales, por esa razón, es interesante plantear diferentes combinaciones en ambos parámetros. Por supuesto, se realizan experimentos con músicos no músicos. Los resultados son de lo más interesante, por ejemplo, el Clasicismo, independientemente de su modalidad (mayor o menor) siempre despierta emociones positivas en los sujetos, es decir, este estilo no produce emociones como el nerviosismo, la tristeza o frustración, aun estando el modo menor o el tempo lento presentes en la obra. Por el contrario, el Barroco es más heterogéneo, dependiendo mucho más del modo y el tempo, evocando emociones de felicidad pero también de miedo. Por último, el dodecafonismo no evoca emociones diversas a pesar del cambio de tempo (el modo, como ya inferiría el lector, no cambia porque no existe este concepto en la organización armónica de este estilo), las respuestas están ubicadas en un punto muy pequeño del plano, en el lugar de la valencia negativa y activación positiva, con emociones como nervioso o sobresaltado; para más detalle véase la figura:


 

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