Bobby McFerrin

Es un intérprete a capella largamente influenciado por el jazz y director de orquesta. Es el hijo del renombrado solista Robert McFerrin. Su canción «Don't Worry, Be Happy», aparecida en la banda sonora de la película de 1988 Cocktail protagonizada por Tom Cruise, fue el éxito número 1 en las listas de Estados Unidos. También ha colaborado con solistas como los pianistas de jazz Chick Corea y Herbie Hancock y el violonchelista Yo-Yo Ma y con la Saint Paul Chamber Orchestra. Es conocido por tener un gran rango vocal de cuatro octavas y por su habilidad para usar su voz para crear efectos de sonido, como su recreación de un bajo sobresaturado (con overdrive), que logra cantando y golpeando suavemente su pecho.

El estilo de McFerrin, inconfundible a la vez que insólito en la historia del jazz, le ha convertido en una de las voces masculinas más relevantes del siglo XX. Su extensa tesitura (en torno a las siete octavas), así como lo plural de su timbre sonoro, lo han proclamado voz privilegiada y sin parangón. Técnicamente se trata de una voz melodiosa y cálida, de afinación sorprendente y capaz de una tremenda variedad de tonos. Además, hay que hacer hincapié en los motivos contrapuntísticos que agrega a sus largas improvisaciones, aprendidos seguramente del contrapunto usado por J. S. Bach. Precisamente, el saber ejecutar estos sonidos extremos de manera simultánea ritmo y melodía ensamblados de forma magistral es lo que le ha otorgado a este cantante una versatilidad impensable, con independencia de cuál sea su estilo interpretativo. Se le ha podido escuchar acompañando a Manhattan Transfer ejecutando una voz gravísima que acompaña golpeándose el pecho con la palma de la mano, creando una sonoridad caprichosa a la vez que rotunda. Lo gutural, por tanto, adquiere una relevancia inusitada, al igual que el uso del falsete como trayectoria natural de la escala. En definitiva, si McFerrin es barítono, puede mutar rápidamente hacia una voz soprano de mujer. La virtud de este cantante está, precisamente, en saber conjugar a la perfección las dos tesituras contrarias. Su estilo se torna en una improvisación continua, ya que actúa muy a menudo solo en el escenario.

Los auditorios, abarrotados, magnifican los conciertos de este singular cantante que afronta el subir al escenario con la única compañía de su micrófono. A partir de aquí, lo más interesante que debe observarse en Bobby McFerrin es que toma su cuerpo como un instrumento más; le hace “sonar” y aprovecha todas sus posibilidades rítmicas y sonoras (golpes en el pecho, en los pómulos, en la cabeza, etc.).

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